Sandy Liang: Lazos, moños y Mary Janes

Hay marcas que logran condensar toda una sensibilidad en una silueta, un detalle o una textura. Sandy Liang es una de ellas. Desde cintas y lazos hasta satén y encaje, sus colecciones siempre evocan elementos evocadores de la niñez chino-estadounidense que conviven en su universo, siempre con un guiño lúdico y femenino que la distingue sin esfuerzo.

Sandy nació en 1991 en Queens, Nueva York, y creció entre las calles de Chinatown, donde pasó buena parte de su infancia en el restaurante de su padre. Su entorno —en particular las “abuelas de Chinatown”— se volvió una de sus primeras y más fuertes inspiraciones. Es más, eligió a su propia abuela para protagonizar la campaña de su colección debut, fotografiada en el barrio donde creció.

Desde el inicio, su marca homónima se inspiró en la niñez, la cultura china y la moda neoyorquina. Su estética es inconfundible: delicada sin ser frágil, coqueta pero con carácter. Si bien hoy elementos como las cintas, los moños o los toques naïve parecen estar en todos lados gracias al balletcore o la estética coquette, lo cierto es que Sandy los trabaja desde antes, con una mirada personal que transforma lo conocido en algo fresco.

También es habitual que publique moodboards en la cuenta de Instagram de su marca. Ahí se ve su universo sin filtros: personajes como Polly Pocket, Sanrio o Sailor Moon conviven con objetos y colores que marcaron su infancia, y que terminan filtrándose en sus prendas y accesorios.

La marca comenzó a tomar visibilidad a partir de su colección de chaquetas polares, que se volvió icónica durante la Semana de la Moda de Nueva York 2019. En diciembre de 2020, Sandy abrió su primer espacio físico en Orchard Street, Manhattan. El local —con cortinas de malla metálica, superficies de acero inoxidable y formas geométricas rosas en las paredes— es casi una extensión tridimensional de su estética: juguetona, femenina, pero siempre con bordes definidos.

A lo largo de los años, también desarrolló colaboraciones con marcas como Vans, Salomon y Baggu. Esta última, en particular, generó furor: muchas buscaron sus diseños como forma de acceder al universo Sandy Liang sin tener que gastar una fortuna. Las que no llegaron a tiempo, encontraron en TikTok e Instagram tutoriales para crear sus propias versiones DIY.

Sandy Liang no sigue tendencias: las recuerda, las transforma y las resignifica. Y en ese gesto, le da a la moda algo que a veces se pierde entre tantos filtros: identidad.