Alta costura a máxima velocidad: cómo la Fórmula 1 se metió en la moda.
La serie documental Drive to Survive, estrenada en 2019 por Netflix, fue el primer gran acelerador. Convirtió a pilotos en protagonistas de reality, mostró el detrás de escena del negocio y atrajo a una audiencia joven y digital. Las redes hicieron lo suyo, y en pocos años la Fórmula 1 dejó de ser solo una competencia para fanáticos del motor. El estilo de vida de los pilotos, las marcas que los visten, los autos, los paddocks, todo se volvió contenido. Y en un mundo donde todo puede ser viral, eso tiene peso.
Mientras las escuderías comenzaban a sumar seguidores fuera del circuito, las marcas de moda tomaron nota. La estética de la velocidad —colores vibrantes, materiales técnicos, siluetas ajustadas— encajaba perfecto con el lenguaje del streetwear y la cultura del lujo aspiracional. En 2023, Chanel presentó su colección Crucero en Montecarlo con referencias a la F1, y Ferrari desfiló en la semana de la moda de Milán. Louis Vuitton fue aún más allá: patrocinó el Gran Premio de Australia. Para ese entonces, la conexión entre moda y Fórmula 1 ya no era una tendencia: era una estrategia.Pero no solo las marcas hicieron zoom. Los propios pilotos se convirtieron en referentes de estilo. Lewis Hamilton es quizás el caso más fuerte: presencia habitual en fashion weeks, campañas para Valentino y Tommy Hilfiger, colaboraciones con diseñadores, y una estética que mezcla sastrería, streetwear y riesgo. Fernando Alonso y Charles Leclerc también empezaron a mostrar su lado más fashionista. Leclerc incluso diseñó su propia cápsula: Leclerc x Ferrari, junto a Rocco Iannone, director creativo de Ferrari Style. Sudaderas, parkas técnicas, gafas, zapatillas: piezas que cruzan la pista con el clóset.
Esa conexión con el lujo se vuelve todavía más clara si se mira el dato duro: según Fashion United, la Fórmula 1 es el segundo deporte que más valor mediático genera para las marcas de moda. No es solo estilo, es visibilidad, es mercado, es influencia.
En Argentina, el fenómeno también se siente. El regreso de Franco Colapinto a la categoría internacional reactivó el entusiasmo local, con una camada nueva de fans que siguen cada carrera, analizan los looks del paddock y replican el contenido. Colapinto, sin buscarlo, se volvió un ícono para una generación que creció con redes, Fórmula 1 en streaming y moda como parte del relato. Las exhibiciones itinerantes con autos históricos, las activaciones de marca y la cobertura digital ayudaron a que el deporte cruzara el umbral: ya no es solo competencia, es cultura pop.
Y eso se nota en todo. Las marcas ajustan sus estrategias, las estéticas de las escuderías se filtran en colecciones cápsula, y la narrativa visual de la F1 se vuelve un lenguaje compartido. Porque sí, la moda entendió que la velocidad vende. Y la Fórmula 1 descubrió que el estilo también corre su propia carrera.
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