Lujo en tiempos de crisis: lo que tu labial y tus outfits dicen de la economía
Puede que no estés mirando el dólar, el precio del pan o los informes del INDEC, pero sabés que algo pasa cuando en el colectivo todas usan los mismos tonos de labial, y en la calle solo se ven looks en negro, beige y gris. Porque sí, la recesión también se lleva puesta a la moda, al skincare y al maquillaje. Y aunque no lo parezca, los cosméticos pueden contar más de la economía que cualquier índice financiero.
De hecho, existe uno: se llama lipstick index, en lujo que todavía podemos pagar. La teoría del “lipstick index” no es nueva, pero cada vez se hace más evidente. En tiempos de recesión, cuando comprar una cartera de diseñador parece una fantasía lejana, un labial se convierte en un gesto de lujo posible. Un pequeño lujo que entra en el presupuesto y ayuda a sostener algo de ese deseo de sentirte linda, cuidada, lujosa… aunque sea con lo justo. No es casual que los labiales están viviendo un boom. Porque no podemos comprar la cartera, pero sí el Rouge Dior.
Pero el fenómeno no se queda en un Rouge de Dior o un tono marrón glossy viral en TikTok. No se trata de renunciar al lujo, sino de reinventarlo, de reemplazarlo por uno más accesible. De encontrarlo en lo pequeño, lo exclusivo, lo coleccionable. Desde los labubus hasta los Sonny Angels, la idea de lujo se traslada a objetos que no necesariamente son caros, pero sí escasos, adorables y deseables. Lo aspiracional se vuelve más accesible. Lo cotidiano se convierte en fetiche: una merienda, una vela con aroma a pan tostado, un café con leche servido en vajilla vintage.
En la calle se respira esta transformación. Los looks gritones quedan guardados para otro momento, y lo que predomina es el susurro elegante del quiet luxury. El negro se vuelve protagonista, los tonos neutros ganan por goleada, y los básicos de buena calidad reemplazan a las prendas llamativas. No porque se haya perdido el deseo, sino porque se prioriza lo que funciona. La practicidad se vuelve estética, el minimalismo una declaración política.
Y sí, el largo de las polleras también cambia. No es ley, pero es tendencia. Como si en cada centímetro de tela de más se midiera el termómetro económico, las minifaldas se acortan en tiempos de abundancia. En épocas difíciles, las faldas largas vuelven a desfilar.
Las rutinas de skincare se vuelven más simples, más caseras, más íntimas. Ya no se trata de tener los diez pasos, sino de encontrar en el ritual algo reconfortante, real. No hay tiempo, no hay plata, no hay energía para más. Pero tampoco se suelta del todo. Porque incluso cuando todo se desarma, seguimos buscando belleza.
Y mientras tanto, el rubio de salón, emblema de lo high maintenance, da paso al castaño: más amables con la raíz y el bolsillo. No es falta de estilo, es otra forma de habitarlo.
El maquillaje se vuelve sutil, casi invisible. El clean aesthetic triunfa con pieles frescas, iluminadas, cejas peinadas y labios hidratados ¿Es el nuevo ideal de belleza? ¿O simplemente es lo que hay?
La moda y la belleza no solo acompañan la crisis: la narran. Se lleva puesta tendencias, obliga a pensar distinto y nos enfrenta al espejo con otra mirada. En Oh Honey creemos que los tiempos difíciles también inspiran creatividad. Y si bien las marcas hacen malabares para mantener la ilusión de lo aspiracional, el lujo ahora se reinventa en cada detalle pequeño.
Pero incluso en ese caos, seguimos eligiendo el color del labial, el largo de la falda, el perfume que todavía podemos pagar. Y en esos pequeños gestos, encontramos una forma de resistir.
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